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La morte violenta di un messaggero di pace

Facundo Cabral, cantautore argentino, è stato assassinato ieri a pistolettate in Guatemala, mentre, terminato un ciclo di concerti,  si recava all’aeroporto per tornare a Buenos Aires. Ancorano si ignorano le ragioni dell’omicidio, ultimo frutto di un’ondata di violenza criminale che ormai da anni affligge, in pratica, tutti i paesi centroamericani.

Nel suo ultimo concerto, di fronte a 5.000 guatemaltechi, il settantaquattrenne Cabral, aveva – come in un inconsapevole testamento – a lungo parlato di se stesso, delle sue poverissime origini, dell’amore di sua madre e di come questo amore lui abbia sempre cercato nel mondo seguendo gli insegnamenti di San Francesco d’Assisi e di Madre Teresa, riversando nella sua musica la poesia assorbita leggendo avidamente Jorge Luís Borges.

Questo il breve profilo del cantante – le cui canzoni hanno per quarant’anni parlato al mondo di giustizia e di pace – pubblicato ieri da El Clarín.

 

El cantautor argentino Facundo Cabral nació el 22 de mayo 1937 en La Plata. Su infancia fue dura y desprotegida. El cantante y sus seis hermanos fueron criados por su madre, ya que su padre abandonó el hogar a los pocos años de que él hubiera nacido.

Al poco tiempo, la familia se mudaron a Tierra del Fuego, en el extremo sur de la Argentina. Y un tiempo después, cuando el cantante ya tenía 8 años, se fueron a vivir a Tandil.

“La gente nos miraba con lástima. Un día le pregunté a mi mamá si estábamos abandonados y me dijo que no, que estábamos de vacaciones. Y que nos acostumbremos porque íbamos a ser turistas para siempre. Si mi madre hubiera caminado la mitad de lo que caminé yo, hubiera sido Marguerite Yourcenar”, contó Cabral en una entrevista.

La vida de Cabal fue luchada y marginal. El cantante estuvo encerrado en un reformatorio del que logró escapar y su vida cambió para siempre. Dijo que fue ahí cuando encontró a Dios en las palabras de Simeón, un viejo vagabundo.  “Más que criado por mi madre, yo visitaba a mi madre. Ella llegó a decir que yo no era artista, que era un prófugo. Decía que me había inventado un oficio para escapar del pueblo, y algo de razón tenía”, decía Cabral, que comenzó tocando la guitarra y cantando folklore.

Admirador de Atahualpa Yupanqui y José Larralde, en 1959 viajó a la ciudad balnearia de Mar del Plata. Allí consiguió trabajo en un hotel, gracias a que el dueño del lugar lo vio con su guitarra y le dio la oportunidad de cantar.

Su primer nombre artístico fue “El Indio Gasparino”, con el que grabó discos “comerciales” que no lograron mayor repercusión.  Pero, ya con su verdadero apellido, grabó “No soy de aquí, ni soy de allá” y comenzó a trascender las fronteras, cantando en nueve idiomas con artistas como Alberto Cortez, Julio Iglesias, Pedro Vargas o Neil Diamond, entre otros. Años después, esa canción la la cantaría incluso Homer Simpson.

Fue considerado un hombre de gran profundidad. Influenciado en lo espiritual por Jesús, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta. “Su secreto era poner la fuerza donde tenía que ponerla. Por él entendés que se puede ser feliz viendo el sol y caminando”, dijo hoy el periodista Oscar Gómez Castañón, que lo entrevistó en algunas oportunidades y lo definió como un “caminante y un juglar”.

En literatura admiraba a Jorge Luis Borges y Walt Whitman, quienes imprimieron a su vida un rumbo espiritual de observación constante a todo lo que sucedía.

A medida que pasaron los años se involucró con la sociedad y sus canciones se tornaron críticas, aunque sin dejar de lado su habitual sentido del humor.  En 1976, Argentina sufrió el golpe de Estado que instaló la última dictadura militar que se extendió hasta 1983. Reconocido como cantautor de protesta, decidió irse del país por la situación interna y se radicó en México, desde donde siguió con su vida de nómade incansable que llegó a recorrer más de 150 países.

Instalada la democracia, en 1984 retornó a Argentina como un artista consagrado. Con sus conciertos llenó teatros y estadios en Mar del Plata, donde fue nombrado ciudadano ilustre en reconocimiento a sus esfuerzos por lograr la paz y propagar el amor, lo que además le valió que en 1996 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo declarara “Mensajero Mundial de la Paz”.

Después de dos años alejado de los escenarios porteños, sus últimas actuaciones en el país fueron en el ND Ateneo con invitados no cantantes. “Si no hablara de Dios, llenaría el Luna Park”, admitó en una entrevista con la revista Ñ.

 

 

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